La revolución viene desde abajo
Quien más, quien menos, todos hemos podido leer algo sobre la Proposición de Ley referente a la implantación de software libre en la Administración. Como mínimo todo el mundo sabrá que se rechazó con la casi totalidad de los votos del Congreso, lo cual tampoco es que me sorprenda en exceso. Creo en el sistema democrático como la mejor forma de gobernar una nación, pero mi fé en los políticos es inversamente proporcional a la importancia del cargo que ocupan.
Algunas de las razones en contra que se argumentaron:
"En cualquier caso, el criterio que ha de tener la Administración como el que aplica el ciudadano es elegir en función de la eficacia, y esto no es malo. [...] Esto es un poco el criterio que tiene el Grupo Parlamentario Catalán de Convergència i Unió, es decir libertad de elegir por parte del usuario." - Vilajoana Rovira (CIU)
"Los gobiernos y los parlamentos no están para coartar la libertad y hacer dirigismo tecnológico; los gobiernos y los parlamentos deben fomentar la competencia de todos los tipos de software estimulando la innovación y evitando intervenir con requisitos de adquisición que discriminen y que limiten la libertad." - Echániz Salgado (PP)
"Debemos ser libres y nuestra postura es la llamada neutralidad tecnológica y la eficacia. Debemos elegir el mejor programa, y evidentemente sería positivo valorar programas de software libre, pero no decidir a priori que utilizaremos un programa de software libre si no es la mejor solución técnica en ese momento para la Administración." - Muñoz Santamaría (PSOE)
Estos señores parecen olvidar algo que debería ser evidente, que la libertad de una persona acaba exactamente donde empieza la libertad de otra persona. En otras palabras, hablo del bien común.
Por ejemplo, un fumador debería ser libre de fumar lo que quisiera, cuando quisiera y donde quisiera. En teoría, él es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera. Entonces, ¿por qué no es así? ¿Por qué se ha llegado incluso a redactar y aprobar una ley antitabaco que limita y recorta su libertad? La respuesta es sencilla, por el bien común.
¿Por qué hay gente que pierde sus casas, en las que vivieron sus padres y sus abuelos, para que pueda construirse una nueva autopista? Por el bien común. Puede que la expropiación se haga de forma injusta, que se especule con el terreno, etc, no entraré en ese tema, pero lo cierto es que miles de personas salen beneficiadas de esa actuación.
Pero cuando se trata de los programas de ordenador entonces ya no importa el bien común. No importa que toda la administración de un estado dependa de los caprichos y decisiones de una multinacional extranjera. No importa que parte de los impuestos de todos los ciudadanos contribuyan a enriquecer a esa multinacional (si al menos fuera española). No importa que esa multinacional o el gobierno de su país pueda evitar fácilmente la seguridad de los sistemas de un estado, desde Administración hasta Defensa.
Si una persona usa programas privativos en su casa incurre en problemas éticos añadidos y daña a la sociedad a la que pertenece, aunque en este caso es un daño mínimo. Si se trata de un centro educativo el daño es mayor, ya que se convierte en una factoría de futuros clientes de los monopolios privativos. Si es una empresa, el daño repercute principalmente en sus empleados y socios, además de en sí misma.
Pero cuando es el propio gobierno, el daño recae en todos, en toda la sociedad a la que se supone que tiene que servir y proteger.
Volviendo a mi tono "pesimista" de la situación, no espero que el cambio venga desde arriba. Los grandes monopolios privativos mueven enormes cantidades de dinero que pueden hacer servir para untar morros, hacer ofertas a las que las administraciones les resultaría muy duro negarse (como por ejemplo "regalar" 5.000 ordenadores con sus programas privativos instalados), etc. Usar el precio de los programas como razonamiento es un arma de doble filo que al final acaba volviendose en contra, ya que las multinacionales son lo suficientemente grandes y fuertes como para ofrecer sus programas y servicios por 0 euros. Temporalmente, claro, pero la jugada ya está hecha.
No, el cambio no vendrá desde arriba sino desde abajo. El movimiento del software libre empezó con una sola persona, una persona normal y corriente con una gran voluntad de hacer las cosas bien y que poco despues empezó a ser ayudada por otras personas con las mismas motivaciones. Sin gobiernos, sin empresas, sin organizaciones.
Es un proceso lento pero seguro que va cambiando poco a poco a la sociedad entera, que irá ascendiendo desde las personas de a pie, por las pequeñas organizaciones y empresas hasta las grandes compañías para acabar en los gobiernos de las naciones. Las leyes que nos protejan de los programas privativos vendrán como punto final, como rúbrica, del éxitoso camino de la sociedad a algo mejor. No como medio para conseguirlo sino como sentencia definitiva.
La propia Free Software Foundation nos indica el camino. Cuando se le indica a alguno de sus miembros que el software libre debería centrarse un poco más en las necesidades de las empresas la contestación es siempre la misma: "No nos interesan las empresas, nos interesan las personas". La revolución viene desde abajo.